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Mostrando entradas de diciembre, 2013

LAS ESPARTANAS

Podían ser infieles La sociedad de Esparta era una sociedad de soldados de la que apenas quedan restos arqueológicos. Sólo se recuerda su prestigio gracias a la grandeza histórica y el coraje de sus hombres, sus leyes verdaderamente rígidas y el poderío de una ciudad que no necesitaba de murallas para sentirse segura. La ciudad era como un campamento militar donde debía observarse un modo de vida establecido, la unidad y el orden social estaban garantizados, mientras que la economía no pasaba del nivel más rudimentario que pueda imaginarse, al punto que Platón encontró admirable ese modelo. La educación espartana, a gog é , se caracterizaba por ser por ser obligatoria, colectiva, pública y destinada en principio a los hijos de los ciudadanos, aunque parece que en ocasiones se debió admitir a ilotas o periecos, y los hijos de un ateniense como Jenofonte se educaron en Esparta. La educación espartana estaba enfocada principalmente a la guerra y el honor, hasta tal punto que

LA RELIGIÓN MACABRA

 La religión católica adora, admira y reproduce artísticamente a los santos mártires.   Los mártires que más sufrieron por la defensa de la fé cristiana pretenden ser un ejemplo de moral a seguir pues muchos murieron no sólo por la religión, sino por defender su castidad; castidad que recomienda la Iglesia... Pero eso son otros argumentos y otra historia. Ahora nos vamos a ocupar de los martirios más sangrientos y salvajes junto a otros más simbólicos. Y sobre todo, su representación en el arte, mostrando los atributos que les hace reconocibles. Santa Ágeda o Ágata Recibió un cruel martirio por negarse a matrimoniar con el procónsul de Sicilia, Quintiliano, apelando a su castidad por seguir al Dios cristiano. Su martirio comenzó con la tortura en el potro para proceder a cortarle los pechos. Y es así como se la representa la mayoría de las veces en el arte, con una bandeja en la que se muestran sus pechos cercenados. Yo, en cambio, he elegido una pintura algo más específica

OLYMPIA

Querida Olympia, todavía no te conozco y ya te adoro. Cuento los días para que sin demora vengas a mí. Espero ser para tí lo mismo que tú para mí. Seremos grandes amigas, confidentes, pero sobre todo que entre nosotras haya una confianza tal, que no te haga dudar venir a mí siempre que necesites ayuda, de la misma forma que yo lo hice con mi madre. Vamos a vivir días duros, pero muchos felices. Eso lo sé. Y aún así, no puedo esperar, no veo el día en que llegues, tan pequeñita, tan suave, tan dulce, tanto, que no cesaré de mirarte, eso seguro. No sé qué hay detrás de tu llegada, todo es misterio para mí. Pero es algo que estoy más que dispuesta a descubrir. Nos hallamos en el ecuador de esta tediosa espera, desde fuera no puedo más que mimarte, mimarme, para que todo salga bien, con todo el cariño tejo grandes planes para las dos, espero que sean de tu agrado, y si no, dimelo. Y sin más me despido de tí, hasta la próxima que vuelva a escribir