Paseábase el buen conde / todo lleno de pesar, cuentas negras en sus manos/ do suele siempre rezar, palabras tristes diciendo, / palabras para llorar: -Véoos, hija, crecida, / y en edad para casar; el mayor dolor que siento / es no tener que os dar. -Calledes, padre, calledes, / no debéis tener pesar, que quien buena hija tiene / rico se debe llamar, y el que mala la tenía / viva la puede enterrar, pues amengua su linaje / que no debiera amenguar, y yo, si no me casase, / en religión puedo entrar. En este romance se plasman varias circunstancias de la época en cuanto a las salidas de la mujer adulta. Primero, la presión del padre por no poder casar a su hija al no poder ofrecerle dote suficiente, factor indispensable para casar a una doncella. La hija que se tiene por buena y obediente lo pone de manifiesto, pues en lugar de reprochárselo, le dice que teniendo tan buena hija como ella ya es rico, y aunque no consiguiera casarla no pasaría nada, porqu
Mi cuarto propio para la historia, la Historia de las mujeres y las mujeres ilustres.